De Uruk a Sagunto

Movimientos migratorios, economia y empleo


La pobreza: una lectura desde el ecologismo

Deconstuyendo los mitos del capitalismo, Marta Pascual Rodríguez (El Ecologista nº 49 - 15/09/2006, también disponible en http://www.servindi.org/archivo/2006/1190)

La lucha contra la pobreza es un objetivo recurrente en muchas declaraciones públicas. Reducir drásticamente la cantidad de personas que viven con menosde un dólar al día o que no tienen acceso a agua potable o electricidad figuran entre las concreciones de este objetivo.

En estas declaraciones sin embargo se olvida que los recursos del planeta –un planeta limitado en materiales- no sólo están desigualmente distribuidos,sino que actualmente sufren daños quizá irreversibles. En un planeta saturado que ha superado su capacidad de carga hace décadas, cada vez es más ciertoque los consumos desmedidos de una parte de la población restringen necesariamente los consumos básicos del resto. Las reflexiones sobre la pobreza y lasestrategias para hacerle frente no pueden pasar por alto este hecho.

La construcción de la escasez.

La limitación y el riesgo de carencia han sido y son las condiciones naturales de la vida humana. Por regla general las culturas de subsistencia, conocedorasde los procesos de la vida, asumían, manejaban y optimizaban estos límites de modo que aseguraran su supervivencia y la de las generaciones futuras. Asíha transcurrido la vida durante siglos.

Las poblaciones más primitivas del mundo tenían escasas posesiones, sin embargo no se consideraban pobres [1] .Siendo la escasez una relación entre los fines que perseguimos y los medios de que disponemos para conseguirlos, poblaciones con fines humildes y escasointerés en la acumulación pudieron vivir con lo suficiente, e incluso en periodos de abundancia.

La pobreza voluntaria, la vida “humilde” o la sobriedad en los consumos, no fueron en tiempos situaciones despreciadas o temidas, antes bien, podrían considerarseen ciertas culturas y religiones como un estado de equilibrio o de virtud. No queda lejos la época en que la pobreza no se consideraba una situación degradante,aunque sí la miseria, es decir, la carencia de lo imprescindible.

Cierto que la ambición y el deseo de acumulación también han sido comunes a lo largo de la historia, pero nunca gozaron como ahora de una valoración éticatan positiva. Las culturas tribales acumulaban con el fin de afrontar periodos de escasez. Para muchas de ellas la autoridad moral del jefe se fundamentabaen la generosidad con su pueblo y la acumulación para este era un modo de mantener su estatus.

La situación hoy es bien distinta. El mundo rico y una parte del que no lo es vive a caballo entre la insatisfacción crónica y el sueño del despilfarro.Cargado de propiedades –en algunos casos- pero más cargado aún de deseos de consumo, está más próximo a la percepción de escasez que lo estuvieron susantepasados lejanos. Simultáneamente otra parte enorme y creciente de la humanidad sufre una escasez material que pone en riesgo su salud y su vida conuna intensidad nunca vista. La escasez, tanto la relativa como la absoluta, es un resultado al que se llega por caminos diversos.

Uno de ellos es el acaparamiento, mecanismo por el que algunas personas se apropian de un bien que antes era colectivo en una proporción mayor a la queles corresponde, haciéndolo más inaccesible a otra parte de la población. La privatización de bienes comunales es uno de los mecanismos más antiguos deacaparamiento y por tanto creador de escasez.

Otro mecanismo para la institucionalización de la escasez consiste en recortar el acceso a determinados recursos por alguna vía. El mercado es la vía “objetiva”que se coloca entre los recursos y las personas dificultando el acceso a ciertos bienes. La creciente monetarización de bienes y servicios es una herramientacreadora de escasez.

Un tercer mecanismo, no nuevo pero sí generalizado en el capitalismo de la posguerra, consiste en asignar un valor distintivo, creador de estatus, a ciertosconsumos a condición de que sean escasos (ciertas ropas, automóviles, viajes...). En el momento en que estos consumos se generalizan, pierden el valordistintivo y otros nuevos se colocan en su lugar produciendo una nueva insatisfacción. Este sistema permite que el aumento de la producción nunca eliminela escasez, en este caso subjetiva. De esta forma el umbral de la pobreza percibida se eleva de forma constante, lo que no impide que lo haga también laobjetiva, aumentando la dificultad de acceso a consumos de primera necesidad, mientras se facilitan los superfluos.

Antes pobre y necesitado eran sinónimos. Hoy la sociedad de consumo nos ha convertido a todos en necesitados. [2]Y seguimos persiguiendo consumos distintivos, actuando como si el camino hacia arriba pudiera ser ilimitado.

A estos mecanismos de creación de la escasez se suma actualmente uno nuevo: el deterioro de los recursos naturales, necesarios para la vida, y la crecientedificultad para acceder a bienes esenciales como el agua potable, el alimento, las tierras fértiles o el aire limpio. Esta dificultad conduce en el límitea la expulsión de las poblaciones de los territorios que habitaban. Este fenómeno se había producido anteriormente por otras vías: apropiación por partede grandes propietarios de terrenos productivos o con un subsuelo rico, mecanización del campo... Hoy se añaden a estos nuevos mecanismos de empobrecimiento:la prohibición de plantar semillas autóctonas, la deforestación y consecuente erosión, la desecación de acuíferos, el envenenamiento de tierras por pesticidas,la eliminación de biodiversidad, el uso de territorios como sumideros, el cambio climático... El deterioro ambiental provoca una escasez esencial que hacedifícil la permanencia en el territorio. Las migraciones responden con frecuencia a esa dificultad para la vida, unida en alguna medida a la búsqueda delos niveles de consumo que se exhiben desde el escaparate de los países ricos.

En las grandes urbes, destino de esa avalancha de gentes expulsadas y migrantes, la economía de mercado es la única vía para resolver muchas de las necesidadesbásicas. La pobreza urbana, especialmente la de las llamadas “ciudades miseria”, es más desoladora por la cercanía del espectáculo del sobre-consumo yla inaccesibilidad de los recursos básicos y las redes sociales de apoyo. Desarmados los sistemas de ayuda mutua y eliminado el acceso a una tierra productiva,crece la dependencia del sistema económico y el riesgo de indigencia. Pero conviene no olvidar que “la gente no muere por falta de dinero, sino por faltade recursos” [3] .En el caso de las mujeres, a menudo excluidas de trabajos monetarizados y separadas de la tierra, responsabilizadas de la crianza y la atención a los miembrosmás débiles de la familia, la escasez, si cabe, se multiplica.

Este último mecanismo de creación de escasez, el deterioro de los recursos para la vida, a diferencia de los anteriores, no aumenta la abundancia absolutaen el grupo más poderoso, pero si la relativa. En todo caso reduce –a diferentes velocidades según los colectivos- las posibilidades de futuro de todala especie humana.

La pobreza es pobreza del planeta.

Si preguntáramos a la Tierra qué significa la palabra pobreza no hablaría de indicadores monetarios ni haría recuento de quienes viven con menos de un dólaral día. Probablemente nos mostraría vastos territorios deforestados, animales huyendo , cauces secos, especies extinguidas, poblaciones humanas desplazándosetras fuentes de agua o escapando de riadas, culturas que han perdido el sentido en urbes en las que sobran... un mundo en el que enormes poblaciones humanashan sido separadas de los recursos que les permitían la supervivencia y desplazadas a espacios urbanos superpoblados, donde ese acceso a los recursos básicosexige la mediación del mercado y en consecuencia del dinero. Un mundo en el que las economías de subsistencia van siendo progresivamente arrinconadas,expulsadas, deslegitimadas o ilegalizadas.

La tierra nos ofrecería probablemente una imagen de pobrezas encadenadas: la pobreza vegetal, arrastrando tras de sí pobrezas animales y humanas, atmósfera,suelos y aguas empobrecidas. Hablaría del olvido de la interdependencia y de la ruptura de los ecosistemas vivos y señalaría a los seres humanos –algunosseres humanos- como primera causa de devastación.

Dada la complejidad del concepto, quizá conviene distinguir entre dos términos cercanos pero significativamente diferentes: pobreza y miseria [4] .El primero se refiere a la dificultad de acceso a consumos superfluos, aunque manteniendo el abastecimiento de productos básicos. En las economías de subsistencia,integradas en el territorio, la pobreza no es una desgracia, sino un modo de vida sencillo en un mundo que tiene sus reglas. Los planes de “desarrollo”y de lucha contra la pobreza, dice Vandana Shiva, eliminaron la pobreza en el Sur, enviando a poblaciones enteras a la miseria, es decir, a modos de vidaque simultanean consumo superfluos con carencias básicas para la supervivencia. Esta distinción entre pobreza (vida sencilla) y miseria (carencia de lofundamental) es clave pues discrimina entre la vida sobria, aunque suficiente y sostenible para el planeta, de la éticamente insostenible.

Desde esta mirada más global podemos aventurar una posible definición de la pobreza (quizá sería mejor llamarle ya miseria): la consecuencia del hurto delos recursos naturales que permiten la supervivencia autónoma de una comunidad en su territorio. Tanto en el norte como en el sur miseria significa desposesióny falta de control sobre los recursos para organizar y mantener la vida de forma comunitaria.

Estamos indisolublemente ligados a nuestro planeta. Los problemas ambientales son problemas socio-ecológicos. Los problemas sociales son también socio-ambientales. [5]Deuda ecológica, ecología de los pobres, justicia ambiental, refugiados ecológicos, conflictos ecológico-distributivos, son algunos nombres de las luchasque comprenden la interdependencia entre los seres humanos y el medio vivo del que forman parte. Estas luchas muestran que nuestras miserias, las humanasy las del resto de la biosfera, están encadenadas.

Si observamos la naturaleza, ejemplo de empresa de amplio éxito en el tiempo, veremos cómo los ecosistemas no se han dedicado a sobreacumular de forma desigualpara lograr su supervivencia, sino a mantener una diversidad y un equilibrio que les permitiera enfrentarse de forma colectiva a ciertas alteraciones delmedio. El funcionamiento de la naturaleza practica la virtud del equilibrio. “Sabe” que por encima de cierto umbral, más es menos y por debajo de este,menos es más. El principio “cuanto más mejor” que subyace a las prácticas de acumulación de la economía de mercado, se manifiesta no sólo inviable en unsistema limitado, sino radicalmente desajustado y torpe.

La lucha contra la riqueza

Curiosamente las reflexiones sobre la reducción de la pobreza no suelen relacionarse con las reflexiones sobre la riqueza. Las medidas comparativas paradefinir la primera (menos del 50% o del 25% de la renta nacional) no conducen en ningún caso a propuestas interdependientes. ONGs, programas locales uorganismos internacionales mantienen la pretensión de realizar intervenciones para reducir la pobreza, sin alterar los niveles de riqueza monetaria. Estaha sido la fórmula propuesta por los Estados del Bienestar.

Desde este particular modo de igualación que sólo contempla el camino hacia arriba, la lucha contra la pobreza ha adoptado estrategias de mínimos (salariomínimo, rentas mínimas, cobertura sanitaria, pensiones mínimas) con la pretensión de hacer escalar a la población por encima de la línea de determinadoumbral de consumos.

Esta pretensión eternamente incumplida de extender la riqueza implica la presunción de vivir en un mundo de recursos infinitos, con una tecnología omnipotente–sólo hay que esperar que encuentre la solución- y cargado de buena voluntad, en el que todos los seres humanos podremos alcanzar niveles altos en losconsumos que nos satisfacen.

Sin embargo en un “mundo lleno” en el que la capacidad de carga del planeta ha sido superada hace ya años [6] ,en el que no está asegurada la soberanía alimentaria de una mayoría, en el que los recursos más elementales como el aire o el agua limpios empiezan a escaseary está en duda la supervivencia de las próximas generaciones, no es admisible mantener esta pretensión de enriquecimiento.

Parece obvio que la eliminación de la pobreza no es posible sin atajar drásticamente los altos niveles de devastación y de consumo de buena parte de lapoblación del norte. La lucha contra la riqueza en el sentido económico de la palabra, que presupone hurto y despilfarro, será mucho más urgente y máseficaz que la supuesta y siempre fracasada lucha contra la pobreza.

Desde un análisis ecologista y desde la consideración de un planeta limitado en materiales que ha tocado techo, es irresponsable pretender un aumento deconsumos necesarios en una parte de la población, sin abordar una disminución radical de consumos en aquella otra parte que extiende su huella ecológicamucho más allá de sus fronteras . Dicho de otro modo, en la lucha contra la pobreza es necesario incorporar a las estrategias de mínimos, las estrategiasde máximos. Imaginemos unas políticas que asuman la limitación y definan un umbral máximo en el uso de determinados recursos, unas “políticas de máximos”que fijen límites por arriba: consumos máximos de agua, de energía, rentas máximas... No es fácil imaginar estas prácticas en un mundo gobernado por laeconomía de mercado y el capitalismo que contempla con horror cualquier regulación del consumo, y sin embargo puede ser la única propuesta honrada conquienes sufren, con quienes sufrirán la miseria y con todos los y las habitantes del planeta

Bibliografía
[1]SAHLINS, Marshall, Economía de la edad de piedra, Madrid, Akal, 1977

[2]NAREDO, José Manuel, “Sobre pobres y necesitados” en RIECHMANN, J., Necesitar, desear, vivir, Madrid, Los Libros de la Catarata, 1998

[3]SHIVA, Vandana, Abrazar la vida, Madrid, Horas y Horas, 1995

[4]SHIVA, Vandana, Abrazar la vida, Horas y Horas, Madrid, 1995

[5]MARTÍNEZ ALLIER, Joan, El ecologismo de los pobres, Icaria, Barcelona, 2005

[6]RIECHMANN, Jorge, Biomímesis, Catarata, Madrid, 2006

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